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LA CULTURA EN GASTEIZ

El Estado debe garantizar el derecho de acceso a la cultura, contribuir a vertebrar la ciudadanía y favorecer la cohesión social

Asimismo se compromete a “facilitar la creación, la innovación y la producción de conocimiento, e impulsar la cultura en red”.

Así comienzan los preámbulos de los planes operativos anuales de la cultura en el Estado español, que no difieren mucho de los presentados en las distintas autonomías y nacionalidades, con los matices específicos de aquellas que tienen lenguas cooficiales. Si no fuera porque uno de los programas estrella se denomina Spain is Culture, para el fomento de productos turísticos culturales, podríamos pensar que existe una filosofía medianamente aceptable, para impulsar y proteger las diferentes maneras que tenemos de vivir y mirar el mundo. Quizá por ello, el gobierno del PP aplica el 21% de IVA a la cultura y solo el 4% a la pornografía.

El debate entre difusión de la cultura y producción y creación artística se desarrolló en Euskadi con cierta intensidad a propósito del Guggenhein. La mayoría de los gestores culturales que se reunieron con el consejero de cultura del Gobierno Vasco de entonces, Joseba Arregi del PNV, planteaban la necesidad de apoyar decididamente la producción, en lugar de desarrollar infraestructuras y ladrillo en todas partes, sin garantizar con qué fondos se proveerían después los productos a programar.

Desde el punto de vista de Turismo cultural, la operación Guggenhein no estaba mal, porque el edificio arquitectónico podía atraer numeroso público, pero se condicionaban gravemente los presupuestos de cultura para el futuro, que ya lo estaban en gran parte por otro instrumento de difusión como la ETB. Por qué no pagar entonces con el presupuesto de Industria y Turismo?

Y si toda la inversión se realiza para facilitar la difusión, pero no se invierte en producción propia, ¿qué teatro, literatura, cine, danza, música, ópera, cultura en red… vamos a difundir?: La que hagan otros; y estaremos obligados a observar la vida desde la mirada subjetiva del otro, que con toda seguridad ha de ser interesante, necesaria y enriquecedora, pero, desgraciadamente, sin poder contrastarla con la nuestra.

La misma concepción se ha instalado en nuestro territorio, especialmente sangrante con los casos del Auditorio y Krea, proyectos acabados antes de comenzar, por problemas de financiación, y que sobre todo en el caso del primero habría supuesto postponer “sine die” las posibilidades de inversión en producción cultural propia.

Muchos de los políticos han jugado al pequeño faraón, construyendo su propia pirámide mausoleo, donde han sido enterradas las ilusiones y capacidades de creación de todo un pueblo. Y todo bajo la superficial e ineficaz consigna: si lo tienen otros yo no voy a ser menos.

Claro que ninguno de ellos paga de su bolsillo y, si ahora el paro en el sector es de más del 50%, eso ahora poco les preocupa. Subvencionados! Que vivís del cuento!! Se permiten decir, sin explicar que los verdaderos subvencionados con dinero público en este país son la industria y la banca (ver planes de reconversión industrial y fomento de suelo). Por no citar los pelotazos urbanísticos que han enriquecido a familiares y amigos de los ediles, alcaldes y otros cargos institucionales.

Esta concepción casi mercantil de la cultura va unida a la de la imagen efímera. Se valoran los acontecimientos por el rendimiento económico o por la repercusión mediática, que es contabilizada según los precios de la publicidad. Por eso la derecha se arremolina en torno a los espectáculos masivos y la telebasura según la máxima “privatizar-para los nuestros- aquello que da dinero y publificar lo que es deficitario.

La cultura debe ser crítica y emancipadora, de todas y todos, y debe fomentar la interculturalidad. Hermosa máxima que no se cumple.

Por el contrario, resulta penoso cómo en los últimos años, con la excusa de la crisis, han ido desapareciendo medios destinados a empresas y gestores culturales en aras de una presunta “Imagen de Ciudad”, que se convierte únicamente en publicidad y autobombo para el político de turno, excluyendo y marginando a los más débiles.

Con la práctica eliminación del presupuesto en Montehermoso, la desaparición de Krea, el descenso presupuestario en Artium y departamentos de cultura de Diputación y Ayuntamiento, así como en lo destinado a artes plásticas, cine, danza y teatro en el Estado, se han perdido centenares de puestos de trabajo en nuestro territorio y cerrado numerosas compañías de creación o están a punto de hacerlo. Una muestra de ello es la desaparición del proyecto Asamblea de Amárica, que supuso un intento de participación cogestionada de cultura popular, que solo se mantuvo durante tres años.

En este panorama desolador, hay que destacar el esfuerzo que, a pesar de la penosa actuación de la administración, realizan artistas, algunos bares y asociaciones que promocionan la música y la poesía, el teatro, proyectos como Baratza, Mostrenco, Gaztetxe, Ortzai, El Trenico y otros gestores culturales independientes para sobrevivir en un ambiente de política cultural hostil, que se ha caracterizado estos últimos años más por el desarrollo de infraestructuras inútiles y actividades de relumbrón, que por el apoyo real a la creación propia.

Especialmente importante puede ser la continuación del proyecto de Montehermoso-Ohianederra para la Casa del Euskera, donde, además de la administración toman parte en su gestión asociaciones que llevan toda la vida impulsando la cultura vasca popular. Y con buenos resultados.

Es muy importante impulsar proyectos de participación que vayan re-creando nuestra propia visión de las cosas, del entretenimiento, de la cultura y de los elementos que nos relacionan con los demás propiciando la cohesión social, la educación intercultural, la creatividad e, insisto una vez más porque se viene reclamando desde hace muchos años, la producción propia.

Fernando López Castillo.